Existe una creciente y sibilina
penetración intelectual de pseudomensajes inquisitoriales que no reparan en
criminalizar de forma implacable a todo lo que se menea, si es que ello no
concuerda con el pensamiento único
al que cada uno se aferra. Ya no son los mensajes del miedo procedentes de los
centros de poder, ya los fabrican ellos mismos o contribuyen, como un ejército
clandestino refugiado en el anonimato, a arrasar al señalado emitiendo condenas
inapelables. Para ello han hallado en WhatsApp, Twitter, Facebook y demás redes
sociales una guillotina implacable que produce daños colaterales imprevisibles.