martes, 30 de junio de 2015

Votaré no con mis dos manos y las dos piernas

“Votaré no en el referéndum del domingo con mis dos manos y las dos piernas”. Así se expresaba en directo desde Atenas ante una cadena de TV, Manuel Tyrakis, un empresario griego en un correcto castellano. Cargado de dignidad añadía: "Tengo dos empleos, me bajan la jubilación y encima me llaman vago".


 “Yo estoy tranquilo -decía Tyrakis-, creo que la mayoría de los griegos están tranquilos, tienen el miedo que muestran los medios de comunicación”…

…“Ya no puedo comprar más miedo, ya no creo que haya políticos en Europa que quieran ayudar a los griegos. No quiero este tipo de ayuda que nos ofrecen porque estamos en una guerra entre intereses económicos y democracia”…

...“Nuestra herramienta es la democracia, no quiero lo que los demás me digan, quiero elegir yo. No quiero que nos engañen más los políticos de fuera y los de Grecia”… 

martes, 9 de junio de 2015

La magia inagotable del celuloide

Debieran ser las siete de la tarde pasadas cuando Amador, enfundado en un primoroso abrigo de paño marrón y bufanda de lana verde oliva, traspasó el umbral de la puerta de su casa para emprender aquella insólita aventura que el tiempo se encargaría de fijar en su caprichosa memoria. Mientras ascendía por el firme empedrado de la calle de la Fuente, presentía el acecho de miradas desde las tiendas de ultramarinos que la flanqueaban a la vez que inspiraba el fuerte olor a tinaja que salía del viejo bodegón de la esquina de más arriba. Escuchaba el piar vespertino que volaba desde las jaulas de los pájaros cautivos en la fachada de la barbería de enfrente antes de enfilar la enorme plaza del Ayuntamiento repleta de bares, confiterías y casinos con cierto aire de decadencia contenida. Y al fondo, antes de encarar la calle Real, la cartelera de soldados en combate descarnado que anunciaba el caos del escenario infernal que en poco rato abstraería sus ojos inocentes. Un tibio sudor asomó, entonces, por su cuello enfundado en  aquella franela inmaculada y él apretó el paso que, por un instante, había perdido su firmeza.