El político se convierte en estadista cuando
comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
Winston Churchill
Que buen tino ha tenido Pablo Iglesias, no el padre del socialismo español, sino ése otro, el emergido líder de PODEMOS, el fustigador de tertulianos y políticos amanerados, al recurrir para describirlos a ese término que tanto pica a unos y a otros: la CASTA.
No es que se sea tan novedoso el empleo
reciente de la locución con el que los historiadores definen y explican antiguos
sistemas de organización social cerrados y basados en los privilegios de cuna y,
a la vez, profundamente endogámicos (sistema de castas de la India desde
el segundo milenio a.C. o las castas
coloniales del Imperio Español en el
siglo XVIII). En la reciente bibliografía del llamado periodismo de
investigación en España, encontramos trabajos que implícita (Elcortijo andaluz −Agustín Rivera−, 2012, Indecentes
−Ernesto Ekaizer−, 2013, o Piratas
de lo público −Antón Losada−,
2013) o explícitamente (La
casta: El increíble chollo de ser político en España −Daniel
Montero−, 2009) han recurrido al concepto sin que
el gallinero se haya visto tan alborotado como en las últimas semanas.