jueves, 12 de diciembre de 2013

Nelson Mandela, un sueño inacabado

"Viví el apartheid y lo sobreviví. Con la llegada de la democracia, esperaba vivir una vida mejor junto a mis hijos. Nunca pensé que iba a ser más pobre de lo que era antes".
Nomvula Ndlovu, enfermera sudafricana (BBC, 2012).

Han pasado 19 años desde el fin del apartheid y han sido cuatro las elecciones presidenciales que se han celebrado en Sudáfrica desde la llegada de la democracia en 1994. Sin embargo, los esperados avances sociales que la mayoría de color (actualmente 90% frente a un 10% de blancos) esperaba tras la victoria del ANC (Congreso Nacional Africano) en las primeras elecciones democráticas están aún pendientes. El racismo y las profundas desigualdades sociales aún perviven mientras que la economía y la tierra se mantienen mayoritariamente en manos blancas. 

Hay que buscar en la intrahistoria, aquellos hechos de la historia que permanecen a la sombra de los difundidos oficialmente, para comprender como las palabras de Mandela en su discurso inaugural como presidente, hace 19 años, contrastan con una realidad muy diferente.
"Asumimos un compromiso, de construir una sociedad en la que todos los sudafricanos, blancos y negros, sean capaces de caminar con la frente en alto sin miedo en sus corazones, con la certeza de su derecho inalienable a la dignidad humana: una nación arcoíris, en paz consigo misma y con el mundo".


EL APARTHEID



El apartheid fue el régimen de segregación racial que imperó en la República de Sudáfrica hasta su abolición en 1994. Su origen se remonta al siglo XIX, pero fue a partir de 1910 en que Sudáfrica logró la autonomía interna dentro de la Commonwealth británica, cuando los políticos afrikáner (colonos blancos de origen holandés) insistieron en mantener una política de segregación racial de facto que impidió otorgar el sufragio a los negros y vetó que éstos asumieran cargos en la administración pública. 

A partir de 1948, sucesivos gobiernos del Partido Nacionalista, de la minoría blanca, fueron imponiendo la oficialización legal del segregacionismo: prohibición de los matrimonios interraciales, establecimiento de zonas segregadas tales como barrios, playas, autobuses, hospitales, bancos en los parques públicos y segregación completa en la educación para todos sus niveles. Además, los negros no podían ocupar cargos en el gobierno, ni tener negocios o ejercer prácticas profesionales dentro de las áreas asignadas específicamente para los blancos, no les estaba permitido entrar en zonas reservadas para población blanca y los edificios públicos, tales como juzgados u oficinas de correos, disponían de accesos diferentes para blancos y negros.



En 1955 el Congreso Nacional Africano (ANC o CNA), organización nacida en 1912 en defensa de los derechos de los negros sudafricanos, y sus aliados, el Congreso Indio Sudafricano, el Congreso Sudafricano de los Demócratas y el Congreso del Pueblo de Color, desarrollaron un plan de resistencia que incluía desobediencia pública y marchas de protesta. Sus peticiones se concretaron en el congreso que tuvo lugar en 1955 en Kliptown, un barrio del antiguo municipio negro de Soweto al suroeste de Johannesburgo. Demandas como "se darán tierras a todas las personas sin tierras", "salario digno y menos horas de trabajo", "educación gratuita y obligatoria, independientemente de su color, raza o nacionalidad", fueron sintetizadas por los líderes del ANC en una declaración de principios básicos recogidos en la llamada Carta de la Libertad (Freedom Charter). La reunión fue interrumpida por la policía y el propio Nelson Mandela logró escapar haciéndose pasar por un repartidor de leche.

A partir de entonces se radicalizarían las protestas y la represión gubernamental; en 1959 un grupo se separa para formar el Congreso Pan-Africano (PAC), brazo armado del ANC. En marzo de 1960, tuvo lugar la Masacre de Sharpeville donde, como consecuencia de la represión, murieron 69 personas, entre ellas mujeres y niños, y otras 180 fueron heridas. El 30 de marzo de 1960 el gobierno declaró el estado de emergencia y fueron detenidas miles de personas. El ANC y el PAC fueron prohibidos y sus miembros obligados a pasar a la clandestinidad o a exiliarse. La policía detuvo a Mandela, que fue juzgado y condenado a cadena perpetua en 1964. Nelson Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid dentro y fuera del país, convirtiéndose en el líder negro más importante en Sudáfrica.


Durante tres décadas la política de apartheid promovió el aislamiento del régimen de Sudáfrica en el plano internacional, lo que afectó severamente a la economía y estabilidad del país, pero sobrevivió, por su carácter anticomunista, como aliado de EE.UU., Chile, Brasil o Israel en plena Guerra Fría.

Acontecimientos como la entrega del Premio Nobel de la Paz al arzobispo sudafricano Desmond Tutu (1984) y a Nelson Mandela (1993), hicieron arreciar las condenas a Sudáfrica entre la opinión pública británica y estadounidense, la caída del muro de Berlín (1989) o crisis del comunismo soviético, favorecieron el aislamiento de un régimen que ya era observado con estupor por todo el mundo.


¿UNA DEMOCRACIA NEGOCIADA?



En febrero de 1989, el presidente sudafricano Botha fue reemplazado por su ministro Frederik de Klerk, mientras que, en el resto del mundo, la caída del Muro de Berlín y las Revoluciones de 1989 en Europa Oriental precipitaban la crisis del comunismo soviético y privaban al apartheid de su única "justificación" política. En 1990, Frederik de Klerk anunció que iniciaría un proceso de "eliminación de leyes discriminatorias", y que levantaría la prohibición contra los partidos políticos proscritos, incluyendo ANC. Anunció el fin del estado de emergencia y la liberación del encarcelado líder negro Nelson Mandela, tras 27 años de cautiverio.

Comenzó así la supresión del apartheid. A partir de 1992, se desarrollaron las negociaciones con el ANC y otros grupos políticos negros. El resultado fue una nueva Constitución (1994) y unas elecciones en las cuales la población negra ejerció su derecho al sufragio por vez primera en la historia del país. En dichas elecciones el líder del ANC, Nelson Mandela, resultó elegido presidente del país por una amplísima mayoría.

Las conversaciones en las que se negociaron los términos del fin del apartheid tuvieron lugar siguiendo dos vías paralelas: una era política y la otra económica. La mayor parte de la atención, como era natural, se centró en las cumbres políticas al máximo nivel entre Nelson Mandela y De Klerk, donde la estrategia de éste consistió en preservar para los suyos todo el poder posible. Las negociaciones económicas, con un perfil público mucho más bajo, fueron gestionadas desde el bando del ANC principalmente por Thabo Mbeki, quién años después (1999 y 2008) alcanzaría la presidencia de Sudáfrica

Mientras los líderes del ANC, que, como era lógico, estaban especialmente preocupados por ganar la batalla por el control del parlamento y hacer realidad las demandas económicas contenidas en el Freedom Charter, en la mesa de negociaciones económicas aceptaron concesiones que iban a hacer prácticamente imposible la implementación de los proyectos del ANC. Aceptarían la autonomía del Banco Central sudafricano, hasta el punto de que estaría presidido por el mismo hombre que lo había dirigido durante el apartheid, Chris Stals, y admitieron que Derek Keyes, ministro de Economía blanco se mantuviera en su cargo. 

Y es que De Klerk aprovechó para traspasar el control sobre toda una serie de novedosos instrumentos políticos a expertos, economistas y funcionarios supuestamente imparciales del FMI, el Banco Mundial, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y el Partido Nacional, pero que respondían a las consignas económicas del neoliberalismo que imperaba en esas instituciones desde el inicio de la presidencia de Ronald Reagan en EE.UU., con lo que la nueva economía sudafricana quedaba hipotecada. «Nos pillaron completamente desprevenidos», recordaba Vishnu Padayachee, un economista miembro activo del ANC.

Cuando el nuevo gobierno trataba de materializar los sueños del Freedom Charter, descubrió que el poder estaba en otra parte. La distribución de tierras chocaría con la consagración de la propiedad privada en la nueva Constitución, los presupuestos para construir viviendas quedaban restringidos por las obligaciones del pago de una enorme deuda transmitida por el régimen anterior, los compromisos para aumentar el salario mínimo y reducir el diferencial de rentas heredado del apartheid chocaba con el acuerdo con el FMI nos comprometía a promover la «contención salarial», el acceso a medicamentos gratuitos contra el SIDA, tan extendido en los townships (territorios reservados a "no-blancos" durante el aparheid), vulneraba el compromiso de respeto de los derechos de la propiedad intelectual contenido en el acuerdo constitutivo de la OMC. En definitiva, el Partido Nacional había abierto una especie de salida por la puerta de atrás para aferrarse al poder incluso después de perder las elecciones.

Mandela y De Klerk

En el plano político, el pueblo sudafricano dispone hoy del derecho de sufragio y de otros derechos fundamentales, y se rige por el principio de gobierno de la mayoría. Pero, en lo económico, Sudáfrica ha rebasado a Brasil como la sociedades democrática con mayor desigualdad del mundo. En esta línea se pronunciaban el diario EL PAIS (“se habrá fracasado en la reconciliación ya no entre blancos y negros sino entre ricos y pobres”) o la BBC (“Nelson Mandela deja una Sudáfrica que dista de la nación arcoíris con la que soñó y por la que luchó durante casi cinco décadas”) en el mismo día de la muerte de Mandela

La prensa de todo el mundo se ha convertido en un gran obituario en torno a la desaparición del líder de los derechos humanos en Sudáfrica, Nelson Mandela. Barack Obama y su esposa Michelle viajaron, así como los expresidentes estadunidenses Bill Clinton y George W. Bush, para sumarse a los dirigentes de todo el mundo en la despedida del líder de la lucha contra el apartheid. Otros, como el secretario de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, el Papa Francisco, el Dalai Lama, el presidente de la FIFA, Joseph S. Blatter, jefes de estado como François Hollande, James Cameron, Vladímir Putin o Mariano Rajoy, han contribuido a ensalzar el mito de Madiba en un panegírico interminable. Algunos de ellos en un alarde inaudito de hipocresía.

A.J.G.G.

2 comentarios:

  1. Es lo de siempre, como siempre y en todos los Países. Hay quien sigue creyéndose más guapo, más alto y más inteligente que los demás, lo cual le da derechos a hacer lo que le venga en gana, en aras de algo que algunos llaman democracia. Una pena de mundo, lo realmente vergonzoso, es que si por algún casual alguno de nosotros llegáramos a ser más altos, guapos e inteligentes, llegaríamos a ser como ellos y es que el dinero como se suele decir lo puede todo. Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre han existido clases sociales, abusos, explotadores, delincuentes... Pero mire (¿o mira?), Pau, durante décadas yo he tenido la impresión de que avanzábamos, unos con más y otros con menos éxito. Pero lo de ahora es bochornoso. Ahora andamos para atrás casi todos.

      He hecho esta reflexión sobre el caso de Sudáfrica. Igual lo podría haber hecho con los países sudamericanos, Irak, Rusia, Corea... y, claro está, España. Esto es un tsunami mundial de transferencia de riqueza hacia una minoría depredadora.

      ¿Qué hacer? De momento, bastante es con tomar conciencia ciudadana y difundir el conocimiento a ver si vamos despertando. Es el humilde propósito en este blog, contribuir con un granito de arena, como expreso en su presentación (http://aulaadriana.blogspot.com.es/p/mis-razones.html).

      Luego, siempre nos quedarán las urnas para echarlos a todos, si nos dejan. ¿No le parece?

      Un saludo.

      Eliminar